
“Los campos, el aire,
los prados, las flores
y hasta las piedras
me dicen lo mismo:
que es justo, que es honroso,
que es preciso amar a Jesús,
servirle con todas nuestras fuerzas
y entregarle cada día nuestro corazón,
con más fervor ,
para que lo purifique
y lo llene de su amor”.
C. 209
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