
“Con la velocidad del tren
que en un momento nos traslada de un lugar a otro,
así debemos hacer nosotros también en el corazón,
nos hemos de trasladar con el espíritu
de las cosas de la tierra a las del cielo;
hemos de ofrecer al Señor
constantemente nuestro corazón
y hacer que arda en el fuego de su Amor”.
C. 5
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